viernes, 3 de enero de 2014

Retro-análisis: Age of Empires II (por Eduardo Garabito)

Aún no ha terminado la carga del escenario cuando H + C + C + C. Ya estamos aporreando atajos de teclado y ni ha comenzado la música, ni hemos podido otear el mapa que aguarda por una contienda más. Otra de las tantas que se han llevado a cabo desde el 1999 que vio nacer Age Of Empires II: Age Of Kings. 





Eh, aquí viene. Ahora sí, nos topamos con una primera impresión del nuevo mapa, con el Centro Urbano —CASUALIDADES—en pleno centro. Alrededor, un puñado de súbditos y la orden urgente de construir una primera casa. El explorador comienza su andadura y tshhh... há. Ay, otro pelaovejas más al que dar la bienvenida con un poco de trabajo. La Alta Edad Media tiene los días contados.

Ojalá hayan pillado la tontería que les he dejado como presentación a este artículo, pero en caso contrario, permítanme presentarles a uno de los mejores juegos de estrategia de la historia. Después del salto.

 O aún mejor, ya que nos enfrascamos en esto de la estrategia vamos a darnos el lujo de rescatar para la ocasión un texto de los compas de RetroManiac —JA, se la acabo de colar, que lo escribí yo también— que reúne a los primeros representantes del RTS o Real Time Strategy. El artículo, titulado muy descriptivamente como “Los Orígenes de la Estrategia en Tiempo Real” permite obtener una panorámica, no por breve nada desacertada (al menos es la intención), de lo que es un juego de estrategia.

Retromaniac 7(pag 146)
Echen un vistazo si se tercia, pues ahí van una serie de datos importantes, que unidos a la existencia de un fenómeno de la talla de Age Of Empires explican parcialmente la importancia —así como la deliciosa paradoja— que es Age Of Empires II. No en vano, el citado juegazo puede presumir como uno de los Build & Battle modernos de referencia (he estado a punto de poner “posmodernos” solo para que suene más molón), pilar del género por aclamación popular, y exponente del videojuego de estrategia en tiempo real más refinado. Sin embargo, se zafa de todos y cada uno de los lastres y tópicos naturalmente anexados al género. ¿Decía alguien que los juegos de estrategia eran lentos y tediosos? ¿Aburridos? ¿Rígidos? ¿Un género nicho?








Va, empecemos con las deconstrucciones. Age Of Empires —y a niveles parejos, la secuela que hoy tratamos— fueron indiscutibles éxitos de ventas, con decenas de millones de copias vendidas. Un escenario que no es de extrañar considerando el vibrante pulso de la Edad Media que los Ensemble Studios nos presentaron, en una accesible, adictiva y solo-si-lo-deseas compleja producción. Porque Age Of Empires al completo va de hacer más sencillo y manejable el modelo de su predecesor, sin ceder un palmo en cuanto a la exigencia de microgestión se refiere. La cosa sigue siendo el construir un reino partiendo desde el duro trabajo de un puñado de aldeanos, y reunir un poderoso ejército con el que machacar las civilizaciones enemigas. Pero todo es mayor y mejor en Age Of Kings, que sitúa como punto de inicio la Alta Edad Media. Uno de los más importantes añadidos que agilizan la jugabilidad es la posibilidad de crear colas de producción, tanto para unidades como para las necesarias cosechas (fuente de alimento). Sin embargo, no se dejen engañar. Una partida cualquiera al juego significa dirigir nuestra incipiente civilización agitados cual naga bailaora, haciendo uso de más de dos brazos (y el doble de ojos) en pos de la adecuada evolución del reino. Cada movimiento de hostigamiento del enemigo, recurso que se agota o aldeano ocioso es una posible distracción a considerar en el puzzle de la partida perfecta, y no en vano la economía y el aparato militar cobran la misma importancia de cara a la supervivencia (primero) y a una eventual victoria. Si les parece bien, hablemos primero de los recursos.




El equilibrio es una característica intrínseca al propio Age Of Empires, y el adecuado balance de materiales básicos no es una excepción. Alimento, madera, piedra y oro. Todos igualmente importantes (los dos primeros vitales desde el inicio de la partida), nos obligan a medir cada gasto, sea tecnología o unidad. Tanto si somos jugadores que tendemos al ataque temprano y al hostigamiento, como a los que prefieren atrincherarse en sus tierras, el balance de recursos no permite despistes. De nada nos sirve reunir a toda prisa el alimento necesario para pasar de edad con presteza (y con ello conseguir sustanciosas ventajas y unidades más peligrosas) si hemos descuidado el oro que la situación requería. Igual de inútil resulta la construcción de una fortaleza perfecta si nos atrasa tecnológicamente, en tanto estamos dando al rival la ventaja de destruirnos a distancia con su avanzada maquinaria de asedio. Por otra parte, los aldeanos también gozan de una importancia militar crucial. La posibilidad de guarecerlos en los edificios defensivos no solo ayuda enormemente a su supervivencia, sino que les otorga un poder de ataque a distancia nada desdeñable. Esto es especialmente cierto al inicio de la partida, pero no pierde importancia en las etapas más avanzadas, cuando los débiles aldeanos se convierten en poderosos minadores, así como en el equipo de mantenimiento de nuestros letales trebuchets (véase puto apocalipsis en formato Ikea, montable/desmontable).



La lluvia de rocas de los citados acaban de destruir otro falso prejuicio: las partidas a Age Of Empires II están perfectamente medidas, y raro es que un mismo mapa se alargue por más de una sesión vespertina. El juego, fabulosamente nivelado, comienza a desequilibrarse pretendidamente hacia el final, con las unidades más poderosas sobre el tablero y tecnologías de reclutamiento acelerado a nuestra disposición. El aspecto económico pierde trascendencia una vez alcanzada la Edad Imperial, y los aceros pasan a protagonizar los últimos compases de la contienda (incluso si la victoria viene de mano de la economía, que posibilidades hay, y muchas). De la mano del ejército viene la mayor versatilidad del juego. No solo cada civilización tiene sus unidades militares y tecnologías únicas, una misma facción se puede adaptar increíblemente al estilo de juego o a los mismo rivales. Si bien podemos acotar básicamente en un puñado de tipos (infantería, arqueros, caballería, unidades navales, maquinaria de asedio…) las posibilidades se antojan infinitas. A ello ayudan también las formaciones y opciones de combate, que pese a algunas lacras (falta de autoexploración o reducido número de unidades seleccionadas al mismo tiempo, por ejemplo) conforman un sistema increíblemente sólido. Ahorremos letras en cuanto a la magia de Age Of Empires, el fragor de la batalla se  explica  por sí mismo. 





Para juegos como este el tema de justificar la compra no es ni de lejos necesario, pero para los perezosos o retrojugones primerizos hay disponible una versión reciente en Steam. Age Of Empires II HD Edition es más de lo mismo, con algunas mejoras gráficas, contenido generado por el usuario, un funcional lobby multijugador y algunas pequeñas mejoras más. Si los 20 euros que vale se antojan demasiados, recuerden que lo pueden conseguir por bastante menos en cualquiera de las rebajas de Steam. Y para puristas, no se desanimen. No hay tarea más noble (y sencilla) que buscar la edición antigua en caja de cartón, ¿verdad? Eso sí, no se olviden de pillar la jugosísima expansión The Conquerors. Ni de avisar si andan organizando una partida.



@DarkOuterheaven

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